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Sin fuegos artificiales, River logró su objetivo y se metió en los cuartos
Hizo el partido que más le convenía, con la ventaja de haber ganado en Córdoba. Presionó de a ratos y de a ratos le cedió la pelota a Talleres. Ganó bien, pero todavía falta para que el equipo brille.
La llovizna que cae del cielo en la noche de Núñez purifica al Monumental. Es agua bendita para River que deja de sufrir por esta serie que lo tenía sin dormir antes y después del cambio de timón. Ahora, al mando está Marcelo Gallardo, el especialista en los manos a mano, que volvió para devolverle el espíritu a los riverplatenses e ir en búsqueda de más gloria. Y el primer desafío lo pasa con firmeza. Su equipo ya había ganado la ida (1 a 0) en Córdoba y anoche volvió a derrotar a Talleres, esta vez por 2 a 1, para avanzar a los cuartos de final, instancia en la que se enfrentará a Colo-Colo de Chile.
River esperó el momento justo para golpear. No se desesperó el equipo de Gallardo. Incluso, tampoco se ruborizó para tirarse unos metros atrás y apostar a algún contragolpe o al error rival. Hasta resignó por momentos la posesión de la pelota. Sabía que la clave estaba en la presión.
Y ahí fue Matías Kranevitter, lanzado desde la mitad de la cancha a perseguir la pelota hasta Guido Herrera. Pero no fue solo el volante central. Lo acompañaron Simón y Aliendro, en bloque. Los jugadores de la “T” igual salieron jugando y Juan Portilla entregó mal un pase hacia atrás, que cayó en los pies de Simón y, tras la recuperación se activó rápidamente la jugada del gol.
Simón tocó para Aliendro, quien clarificó la acción con un taco brillante para dejar solo a Miguel Borja y que el colombiano definiera en su hábitat. Justo en el día de su vuelta, tras el desgarro que lo había dejado afuera de la ida en el Kempes, el Colibrí volvió para hacer lo que mejor sabe: el gol.
Era él también el que tenía que presionar la salida rival, sobre todo a Matías Catalán, el marcador central de Talleres que salía jugando y lanzaba bueno pases desde el fondo. Pero a Borja le cuesta esa faceta. Así y todo, se las ingenió para poner su cuerpo en función del equipo y luchar cada pelota.
Hasta el momento del gol, River no había hecho casi nada por ponerse en ventaja. Apenas las buenas intenciones de Mastantuono, quien arrancó por derecha y jugó la mayor parte del tiempo por esa banda, aunque por momentos también intercambió con Maxi Meza, quien iba del otro lado.
Talleres tuvo más la pelota y trató de hacer pie en un Monumental que ofreció un campo de juego rápido y resbaladizo, pero le costó llegar al arco de Armani, a quien apenas exigió con un remate de afuera del área de Blas Riveros. Luego, tras una desinteligencia entre Pezzella y Paulo Díaz, Tarragona quedó en posición de definir, pero el tiro se fue desviado.
River se fue al descanso dos goles arriba en la serie. Uno en el Kempes y otro en el Monumental. Entonces, salió a jugar el segundo tiempo con la tranquilidad de esa ventaja. Y rápidamente quedó demostrado. Talleres se apresuró en una salida del fondo, hubo un mal rechazo, la pelota volvió a Maxi Meza, quien se sacó un hombre de encima y tiró un centro magistral para que Simón sorprendiera y con la punta del botín derecho mandara la pelota a la red.
La llave ya estaba sellada, pero Talleres igual no se rindió. Enseguida, fue a buscar el descuento y Palacios erró un cabezazo cuando había quedado solo tras un envío de Matías Esquivel. Unos minutos más tarde lo consiguió tras una buena jugada colectiva, que incluyó un pase profundo de Esquivel, el desborde y centro atrás de Riveros y el toque a la red de Federico Girotti, ex River, quien no lo gritó.
El gol de la “T” le dio algo de tensión a los minutos finales. River tardó en acomodarse a los cambios de Gallardo, que puso más gente en ataque y sacó mediocampistas a pesar de que ya tenía la ventaja. Aun así, tuvo chances para un gol más en los pies de Echeverri pero Herrera lo impidió. Con el apoyo de sus hinchas, River aguantó, ganó, pasó de ronda y en Núñez fluye una energía más positiva.