Uruguay Campeón Copa América 2011
GOLEO A PARAGUAY Y ES LA SELECCIÓN QUE MAS TITULOS GANO EN LA HISTORIA DE LA COPA AMERICA
Uruguay es un campeón de ley que despierta envidia
Uruguay es el campeón de América, el inobjetable campeón de América. No sólo le ganó a Paraguay por 3 a 0 la final. Dejó establecido desde el principio al fin del partido quién era el protagonista principal, quién el verdadero candidato a campeón.Con carácter, con juego y con goles. Y, de paso, le puso un colofón dorado a una Copa que se había deshilachado en la mediocridad.Se lo saluda, entonces, al fútbol uruguayo, renacido de sus cenizas con una actitud de coherencia administrativa y deportiva. Si ya había dado una clara señal este grupo que comanda el caballero Oscar Washington Tabárez en el Mundial de Sudáfrica con ese cuarto puesto y la dignidad de sus pretensiones ante los mejores. De coherencia se habla y surge inmediatamente la comparación con nuestra argentina experiencia.
Y no se puede negar, cabe una porción de envidia. Envidia porque desde esa silenciosa organización salió este equipo sólido, con jugadores solidarios, sin vedettismos, que apuntan a objetivos nítidos y compartidos. Envidia por esos dos delanteros formidables que hacen los goles ellos, como corresponde. Y cada uno aporta, además, sus virtudes personales. Forlán, el manejo de todas las pelotas paradas, y su inteligencia para moverse por los espacios convenientes. Y su pegada, de derecha y de izquierda. Suárez, su astucia y su potencia para aguantar la pelota y para salir con velocidad por cualquiera de los dos perfiles. Y para convertir, claro, desde cualquier ángulo. Envidia por la presencia de caudillo de Diego Lugano, un marcador central que gana por arriba en las dos áreas y que impone condiciones con su voz de capitán asumido.
Y envidia, también, por el convencimiento de todos para sumarle el esfuerzo al funcionamiento del equipo. Y hasta, a veces, con alguna pierna fuerte fuera del contexto permitido. ¿Envidia por el entrenador? También. El Maestro Tabárez no exagera ni los ademanes ni las palabras. Dice lo que tiene que decirles a los jugadores y sabe escuchar. El equipo no brilla con lujos superlativos ni derrocha voluntad ofensiva. Pero sabe lo que quiere. Y cuando consigue un gol se hace temible con los contraataques. Se pensaba que la final iba a ser trabada, con roces y especulaciones, como fue el resto de la Copa.
Pero sorprendió Uruguay porque salió a arrasar a su rival desde la pitada inicial. Una entrada franca de Suárez provocó un corner de Villar. Y tras ese tiro de esquina se produjo el aluvión. Cabeceó Lugano, devolvió Villar, y hubo presión y remate. Ortigoza pareció parar la pelota con la mano sobre la línea. Apretaban Arévalo Ríos y Diego Pérez, dos leones en el medio. Iban y volvían los Alvaro (González y Pereira) por los laterales. Hubo seis corners en ocho minutos. Suárez parecía incontrolable. Y así fue que convirtió a los 11. Recibió un rebote, la dominó de derecha y conectó un zurdazo cruzado.
Palo derecho y gol. Y siguió el dominio territorial y de juego de los uruguayos. Paraguay parecía un equipo desconcertado. Ortigoza, el cerebro, aparecía impreciso. Y Haedo Valdez quedaba aislado, aprisionado entre los defensores rivales. El arquero Villar, la principal garantía de los paraguayos le ganó un mano a mano a Forlán. Y hubo otro remate de Suárez que rozó el palo izquierdo y dio en la parte externa de la red. La superioridad virtual se transformó otra vez en real a los 41. Forlán metió un zurdazo fulminante en una pelota que le abrió Arévalo Ríos hacia la izquierda. Ahí mismo pareció haber terminado la final.
Porque Uruguay se retrasó en el complemento. Y Paraguay se quedó con la iniciativa. Mejoró Ortigoza y el equipo de Martino corrigió algo la imagen desteñida del comienzo. Pero no pasó sobresaltos Muslera. Hubo un remate de Haedo que dio en el travesaño. Quizás ahí pudo cambiar la historia. Pero las contras uruguayas llevaban mensajes de gol. Y así llegó el tercero al final. Cavani (ingresado por Alvaro Pereira) la abrió para Suárez, éste, de cabeza se la sirvió a Forlán quien anticipó a Villar. Una obra de arte. El broche exacto para justificar un título de honor. Una multitud celeste deliró al final. Uruguay, un campeón de ley.