Argentina 2 - Australia 1 - Octavos de Final - Mundial Qatar 2022
UNA VICTORIA ANTE AUSTRALIA QUE DEBIÓ HABER SIDO MÁS AMPLIA
La Selección pudo golear, pero terminó sufriendo para pasar
Messi abrió el partido, Julián Alvarez hizo el segundo. Todo era fiesta. El descuento sorprendió.
Había que sufrir, parece. Sin necesidad y sin justicia, Pero este Mundial loco así lo exige. Pero mucho antes de eso, había que encontrar esa pequeña luz, casi invisible, entre los grandotes australianos. Casi nada pasaba, pero Messi metió ese zurdazo de billar para marcar el camino. Se sabe: Leo ve lo que nadie más ve, y la pelota le obedece.Hasta allí, 35 minutos, Argentina no había logrado incomodar a una Australia que jugó a lo que se esperaba. Cerrada en un 4-4-2, presionando muy pocas veces, y con once jugadores detrás de la pelota que obviamente manejaba la Selección. Pero el equipo de Scaloni no podía generar espacios. Se tiraba muy atrás Enzo Fernández, como un tercer central, para que Molina y Acuña jugaran bien abiertos y bien arriba. Pero casi todo fue pases largos desde atrás, sin sorpresa y sin conseguir el dos contra uno en los costados que pudiera desequilibrar. Argentina tenía un 70 por ciento de posesión, pero sin profundizar. El primer remate fue a los 16 minutos, del Papu, muy alto.
En realidad, el primer remate a puerta fue el de Messi. El gol, a los 35 minutos. Unos diez antes el Papu se había mudado a la derecha, en una posición más de volante que de delantero que le dio resultado al equipo, se juntó con Messi y por ahí llegó la jugada del gol. Papu a Leo, de allí a Mac Allister, a Otamendi, hasta que la volvió a encontrar Messi y se acabó la resistencia australiana.
Dicen que es su partido mil, cuentan que es récord argentino de presencias en Mundiales con 23 partidos, se ve en cada esquina que los pibes de los países más remotos se ponen su camiseta sin hablar una palabra de español. Todo eso, en este momento, en la noche de Al Rayyan, a Messi no le importó. Miró fijo a la pelota, parecía que le hablaba. Ya vas a entrar, le habrá dicho.
Decían que en cinco Mundiales no había hecho goles de octavos de final en adelante. Tampoco le importó, las rachas están para demolerlas.
En un Mundial puede haber equivalencias donde nos las hay. Un plantel, el argentino, cotizado en 643 millones de euros. Otro, el australiano, en 36. Argentina participa de su 18 Copa del Mundo, faltó solo a cuatro; Australia jugó su sexto Mundial y faltó a 16. Para la Selección fue su partido número 85, para los australianos el 20. En cuanto a nombres, ni siquiera es necesario comparar.
Durante muchos minutos las diferencias no reconocieron esos parámetros, más allá de la sensación térmica de que Argentina lo podía liquidar con sólo acertar un par de pases.
Sin embargo, Scaloni notó que el equipo se estaba complicando en la salida y metió un cambio a los cuatro minutos del segundo tiempo. Lisandro Martínez por Gómez. Pragmático y alérgico a las sorpresas, el técnico armó una línea de tres centrales más los dos laterales. Línea de cinco, en realidad. La idea fue asegurar la pelota en el fondo (Lisandro es un especialista) y salir rápido ante la obligación sin recursos de Australia.
Pero los de amarillo se equivocaron atrás, De Paul se dio cuenta que el arquero Ryan podía dudar y la presión dejó a Julián Álvarez, una vez más, de cara al festejo. Con el 2-0 la resistencia australiana pareció venirse abajo a los 12 minutos y la Selección tuvo todo el espacio para decorar una goleada. En eso estaba, cuando llegó el descuento con un rebote desafortunado en Enzo Fernández que invitó a los fantasmas.
Hubo un poco de sufrimiento al final, innecesario. Un cierre providencial de Lisandro Martínez, como para estar a tono de este loco Mundial. Luego Lautaro Martínez se perdió dos goles increíbles, cedidos por la generosidad de un Messi que terminó a toda orquesta. Después, la atajada de Dibu, también imprescindible para el desahogo.
Argentina está entre los ocho mejores. No fue un gran salto en lo futbolístico, sí en lo anímico. Habrá que ratificarlo ante Países Bajos, donde la dificultad irá en aumento. De eso se tratan los Mundiales.