Lanús 4 - River 2 - Copa Libertadores 2017
NOCHE INOLVIDABLE EN EL SUR
Lanús se recibió de copero: levantó un partido épico y dejó a River sin la final
A mitad del primer tiempo la serie estaba 0-3. Con un notable Sand, lo dio vuelta en 24 minutos. Hoy se conocerá su rival, seguramente Gremio. Debutó el VAR y estalló la polémica.
Perdía 2 a 0 en su cancha a los 23 minutos y quedaba eliminado. Pero lo empató con dos goles de Sand (la figura del partido) y lo ganó con tantos de Acosta y Silva en el partido más emotivo y cambiante del torneo. El último gol fue de penal, después de que el árbitro -el colombiano Roldán- cambiara el fallo con el VAR.Gallardo se había quejado de que no recurrieran a ese sistema para darle un penal a River. Lanús jugará su primera final en el historial de la Libertadores contra el ganador de Gremio de Porto Alegre y Barcelona de Ecuador, que se enfrentan hoy. Los brasileños vienen de ganar 3-0 como visitantes en la ida.
Prohibido apoyarse en la libreta de apuntes, esa que enumera situaciones de gol, cambios posicionales, ocasiones desperdiciadas. No vale ampararse en errores táctico-estratégicos, goles errados, patadas que merecían roja directa. Incluso debe apartarse, por esta vez, el bendito VAR, que saltó a escena envuelto en polémicas y que, es cierto, serviría para explicar alguno de los vaivenes del resultado. Es tiempo, sencillamente, de dejarse llevar por la emoción, por haber sido testigos, unos miles en la Fortaleza y muchísimos más por TV, de una noche épica, de un duelo que quedará en la historia.
En el Sur, entre tanta tensión, el Lanús de Jorge Almirón, y de José Sand, y de Lautaro Acosta, escribió acaso la página más gloriosa de su historia. Entre tanta tensión, también, el River de Marcelo gallardo, tan poco parecido a aquellos sabios River de Gallardo en los mano a mano, escribió -o ayudó a escribir- una de las páginas más tristes de su riquísima historia.
Es cierto: hay explicaciones para esa quimérica conquista granate. Tienen mucho para decir la colosal actuación del correntino Sand, el único hombre presente en el estadio que nunca dejó de creer en las chances de su equipo. Como la tozudez del Laucha Acosta para seguir insistiendo con varios de sus compañeros imprecisos, nerviosos o acaso -hay que decirlo- sin la jerarquía que el duelo requería. Y también hay pistas que entregan los del otro lado, los del equipo que llegó con ventaja y que estiró la ventaja al punto de que el estadio empezaba a aplaudir cálidamente a los suyos, como agradeciéndoles el haber llegado hasta allí: el muy mal modo de defender de River, las ventajas que dio su arquero, la falta de aplomo de sus volantes para poner paños fríos cuando Lanús era un vendaval maravilloso e incontrolable.
Tuvo de todo, la noche de Lanús. Un arranque a puro vértigo del local que obligó a los neutrales -pocos, muy pocos- a preguntarse por qué, con semejante capacidad, el equipo regaló casi 90 minutos en el Monumental. Enseguida los dos golpes de River que parecían de nocaut: penal de Scocco primero y cabezazo goleador de Montiel después. La pobre tarea del colombiano Roldán, incapaz de ver la grosera mano de Marcone que bien pudo ser penal, 3-0 (4-0 el global) y fin de la historia. El descuento de Sand cuando se moría el primer tiempo, con complicidad de Lux. Y el descanso, con un estadio casi en silencio a la espera del milagro.
Y un segundo tiempo sencillamente inolvidable. Lanús, ese Lanús que había confundido prolijidad y convicción con ingenuidad y parsimonia, desempolvó sus mejores armas y revivió. Y con él su gente. Sand primero con ayuda del VAR antes no convocado, Acosta después de que Scocco perdiera ante Andrada un gol decisivo -¿decisivo?-, Silva de penal -con otra ayuda del VAR que convalidó acertadamente la falta-. Y un final dramático en el que el palo se lo negó a Pinola, Lux a Pasquini y la mala puntería a de La Cruz en 3 minutos.
Fue un frenesí de fútbol y de convicciones puestas a prueba. De un Lanús yendo, rebosante. Inoxidables Sand y Acosta. De un River sin brújula ni voz de mando, con el flanco izquierdo desbordado y sufriente. Y el final, angustiante, con la visita quemando las naves y el local paladeando un éxito que debía llegar sufriendo porque sufrida fue la serie.
Para River la historia se ofrece, cruel, para recordar aquella noche de Santiago, la del 2-0 que fue 2-4 ante Peñarol, más de medio siglo atrás. No tienen nada que ver con aquello estos jugadores que, sencillamente, dejaron de hacer pie cuando hacía falta fútbol, pero también carácter.
La historia, desde anoche, le hará un lugar al Lanús de Almirón. Un equipo lleno de coraje en la mejor de sus acepciones: coraje para resurgir, levantar las banderas de su fútbol y llevarlas hasta la victoria. Nada, pero nada, puede ser más placentero cuando las cosas se consiguen así.