Gremio (Brasil) 1 - Lanús 0 - Copa Libertadores 2017

PERDIÓ 1-0 LA IDA, NECESITA GANAR LA REVANCHA POR LA MISMA DIFERENCIA PARA IR AL ALARGUE O PENALES, O POR DOS PARA SER CAMPEÓN

Casi al final, a Lanús se le cayó el negocio que estaba logrando

Gremio marcó cuando faltaban 8 minutos. El equipo de Almirón había controlado el partido y, aunque se refugió muy atrás en la segunda parte, justificaba quedarse con el empate.

Cícero Santos fue fichado para reforzar a Gremio en las semifinales. Vino desde San Pablo, que recién este fin de semana aseguró su permanencia en el máximo nivel del Brasileirao. Es imaginable que su nivel no habrá sido superlativo en 2017. Aun así, el extrovertido Renato Portaluppi confió en este volante zurdo de 33 años para reemplazar al lesionado Douglas.

Cícero entró en los últimos diez minutos de la ida ante Barcelona, con el resultado ya definido (3-0). Fue titular en la vuelta y salió a los 24 del segundo tiempo. Ayer ingresó a los 26. A los 28 lo amonestaron y a los 37 anotó el único gol de la final, el primero de los de Porto Alegre ante un rival argentino en esta instancia, el que les da ventaja, el que les permite soñar con una tercera Copa.

A Lanús se le escapó otra vez, en el epílogo, un resultado favorable en el inicio de una serie. Le sucedió en el Hernando Siles, donde vencía a The Strongest por octavos. Le ocurrió en el Antonio Liberti, donde empataba con River por la semi. Y le volvió a pasar en el Arena do Gremio, donde lograba un 0-0 que debía valorarse positivamente.

El equipo de Jorge Almirón tuvo un compromiso máximo para defender. Con excepción del Pepe Sand, confinado arriba a la espera de alguna pelota larga, todos cumplieron funciones cuando el balón era propiedad local. Se vio más veces a Edilson y Cortez encarando por las bandas a Lautaro Acosta y Alejandro Silva, respectivamente, que viceversa. Con Iván Marcone inserto entre los centrales, más Román Martínez y Nicolás Pasquini cerrándose, no se vislumbraba de qué manera Gremio podía romper ese esquema. Jailson provocó una alarma, con un cabezazo, pero todo parecía bajo control. Hasta que Cícero, quien tantas veces habrá escuchado reprobaciones en el Morumbí, generó el mayor alarido de la noche.

“Vamos a acabar con el planeta”, decían los torcedores de Gremio en la ansiedad de la previa. Era la frase que repetían cada vez que los entrevistaban, uniformados celeste, blanco y negro, en una atestada Rodoviaria, en el colorido Mercado del centro histórico, en la transitada avenida Borges de Medeiros, en las inmediaciones del Beira Rio -dominio del clásico rival, Inter- o en un elegante shopping Praia de Belas. También se vieron carteles con esa leyenda a modo de slogan, en las tribunas del Arena donde tampoco faltaron los recuerdos para Internacional, el clásico rival gaúcho que acaba de volver a Primera desde el destierro del descenso.

Sus jugadores no se contagiaron de ese discurso eufórico durante buena parte del primer tiempo. Ni siquiera los sacudieron la imponente escenografía, el apoyo sonoro de 50.000 personas y una raza copera enriquecida por el citado Renato, el pelado Mario Sergio, el uruguayo Hugo de León, Jardel -el de fugaz paso por Newell's, ya veterano- o Felipao Scolari.

Sí estuvo a la altura del ambiente, del desafío y de la historia, en esa primera etapa, el arquero Marcelo Grohe, el mismo de la atajada increíble a nuestro compatriota Nahuelpán en el cruce con Barcelona en Guayaquil. A Román Martínez le desvió un tiro cruzado, después de un magnífico movimiento colectivo que incluyó un desborde del uruguayo Silva, y a Diego Braghieri -cinco minutos más tarde- le sacó un cabezazo que era gol en todas las repeticiones.

Las únicas inquietudes que generó el local fueron producto del fundamentalismo granate para salir con la pelota lisa desde el fondo: unos sustos innecesarios. La primera intervención exigida de Esteban Andrada fue cuando ya casi había transcurrido una hora de la final, mandando al córner un zurdazo rabioso de Bruno Cortez.

Gremio mejoró con los cambios y el visitante adoptó un conformismo que, con el resultado a la vista, genera la tentación del cuestionamiento. Con franqueza, ¿quién no hubiera firmado el 0-0 en estas condiciones?

Tal vez el 0-1 sea otra señal del destino, una prueba más en el camino hacia la gloria. Aquí hablaban de virajes históricos de Lanús, por sus inolvidables triunfos en cuartos y semi. Quizás haya otro capítulo de épica copera. Lanús tratará de escribirlo en casa. Fortaleza para hacerlo le sobra.