Atlético Tucumán 3 - Junior (Colombia) 1 - Copa Libertadores 2017
GOLEABA 3-0, JUNIOR DESCONTÓ Y LUCCHETTI EVITÓ AL FINAL LA CLASIFICACIÓN COLOMBIANA
Atlético Tucumán primero gozó, luego sufrió, pero continúa con su sueño copero
Aliendro, Menéndez y Zampedri convirtieron en 9 minutos. Descontó Hernández cerca del final. Y el arquero local le puso suspenso a la última jugada. Ahora jugará la fase de grupos.
El Monumental José Fierro es una fiesta por todos lados. Laten todos juntos: los de afuera, que llenaron el contorno desde varias horas antes; los de adentro, que parecen contagiados de ese clamor popular que los acompaña y que los impulsa. Sucede una explosión que no es la primera: van 28 minutos del primer tiempo, Fernando Zampedri -la cara más reconocible del plantel; el goleador más frecuente- acaba de empujar la pelota para el tercer grito.Y la celebración se multiplica: se abrazan los jugadores entre ellos, los hinchas que no se conocen entre sí y los que son familia, los que van desde los días en los torneos regionales y los que volvieron ahora en esta campaña de recorrido épico. No hay casualidad en la escena que emociona: Atlético Tucumán está ganando 3-0 frente a Junior de Barranquilla, en menos de media hora de juego. Así está dando vuelta la serie que arrancó allá, en Cartagena de Indias, con aquel 0-1 que ya no duele. Así, está construyendo el triunfo más glorioso de su larga vida de casi 115 años.
El primer equipo del Norte de la Argentina que participa en competiciones continentales se transformó en motivo de orgullo de todo un país. Desde aquella travesía traumática rumbo a Quito en la fase anterior hasta esta noche que durará para siempre, bajo cielo tucumano. Ahora, llegará el tiempo de seguir en la fase de grupos. Tras eliminar a Junior, el equipo de Pablo Lavallén compartirá la zona con Peñarol, Palmeiras (dos campeones continentales) y Jorge Wilstermann.
El primer cuarto de hora, contado después de la remontada, queda lejano: en ese ratito parecía que Junior iba a imponer su juego de posesión paciente, de calma, para enfriar esa caldera de 30.000 personas y casi 40 grados de temperatura. Pero tuvo un problema el equipo colombiano: su defensa ofreció una invitación al gol y Atlético la aceptó. A los 19, con siete jugadores en el área rival, Rodrigo Aliendro capturó un rebote del arquero Mario Viera y estableció el 1-0.
Desde entonces, Atlético brindó un show de audacia y de convencimiento. Atacó por todos lados, generó peligro por las bandas y por el centro. En suma, borró a Junior del campo de juego. A los 23, tras un centro de Di Plácido, Menéndez convirtió un tanto propio de un goleador insaciable: cabeceó, la pelota rebotó en el palo izquierdo y el once -intenso, atento- estableció el 2-0. A los 28, con Junior desorientado, perdido en sus propias dudas, llegó el tercero: aparición por la izquierda de Guillermo Acosta, centro, Menéndez que no llegó y Zampedri que la empujó en el segundo palo. En plena Libertadores, Atlético se dio un lujo propio de los gigantes del continente: convirtió tres goles en nueve minutos.
Fueron demasiados golpes para un rival que sintió muy de cerca ese clima de competición relevante, de encuentro decisivo. De final. Tampoco en el segundo tiempo Junior consiguió llevar el partido a un escenario que lo favoreciera. Fue más lúcido Atlético. Recortó espacios con prudencia, manejó la pelota con pausa, hizo correr a su rival, jugó con las ansiedades ajenas. Procuró un desarrollo neutro, lejos de su arco y lo logró en varios tramos.
Probó variantes el histriónico DT visitante Alberto Gamero. Fue sumando jugadores de ataque. Le costó encontrar espacios. Se los quitó este Atlético bravo e inteligente. Pero la Libertadores es un territorio complejo. Lo que parecía resuelto, lo que merecía ser goleada, terminó en angustia: a los 38, el ingresado Sebastián Hernández descontó. Y lo que siguió fue una cita con el sufrimiento, con esa estupenda atajada de Cristian Lucchetti a Aponzá como máxima expresión de suspenso. Fue un ratito que pareció durar una eternidad. Hasta el último centro. Hasta el desahogo. Que durará para siempre.