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jueves, 20 de octubre de 2016

Racing 0 - Gimnasia 1 - Copa Argentina 2015/2016

EN UN CAMPO CASI IMPOSIBLE, ENCONTRÓ EL GOL QUE LE DIO LA VICTORIA Y EL PASE
Entre los charcos y la lluvia, Gimnasia pescó más que Racing
Imperiale hizo el gol que puso al Lobo en los cuartos. El equipo de Zielinski le dijo adiós a la Libertadores 2017.
El peor de los golpes sucedió para Racing. El gran objetivo del semestre, esta Copa Argentina, la perfecta vía para acceder a la Libertadores 2017, se deshizo bajo la lluvia del Sur, en Lanús. El verdugo fue un Lobo, este Gimnasia que por primera vez en su historia accedió a los cuartos de final de la Copa Argentina y que se anima a imaginar su segunda consagración en Copas Nacionales (tras la histórica obtención de la Centenario, en los noventa).

Uno a cero fue el resultado final. La diferencia escueta -y también injusta- cuenta el encuentro, pero sin precisión. Habla de la capacidad de Gimnasia para aprovechar su momento y de las dificultades de Racing para llegar al gol. Pero no retrata lo que necesitó el equipo platense para imponerse y convertirse en rival de San Lorenzo en la próxima instancia: el amparo de la suerte y de una actuación colosal de su arquero Alexis Martín Arias.

Hubo otra consecuencia del partido: fue el final de una expectativa para Racing y el principio de otra (la misma, en realidad) para Gimnasia. Es decir, este partido marcó rumbos. Terminó en fiesta para unos y en inquietudes a mediano plazo para los otros.

Parecía un absurdo jugar el partido. El campo de juego contaba que era un barrial: charcos por todos lados, consecuencia tardía de la lluvia; la pelota que hacía sapitos inevitables; la precisión que resultaba la búsqueda de un imposible. De uno y de otro lado. Jugar en un escenario con esas particularidades -quedó claro- mucho se pareció (y se parece) a una incomodidad. O más: a una suerte de quimera obligada.

El contorno, sin embargo, fue una celebración del fútbol más allá de adversidades, de truenos, de lo que sea: pasión y tribunas llenas. Quedó una impresión: el contorno -el marco- fue mejor que ese cuadro que ofrecieron bajo la llovizna.

Les costó a los dos desde el principio hasta el final del partido. Tuvieron que adaptarse a las circunstancias nuevas que el clima ofrecía. Gimnasia fue un poco más astuto en la cuestión: se complicó menos, simplificó. El equipo de Alfaro se desentendió del riesgo y de la elaboración. Evitó pases cortos; prefirió el pelotazo. En el área propia el mandato era implacable: la pelota quemaba y había que sacarla lejos.

Racing, en cambio, afrontó el partido -por momentos- prescindiendo de la cuestión climática. Buscó construir y chocó contra la circunstancia y contra sus propias limitaciones. Por eso, sobre todo en el primer tiempo, le costó vulnerar a un Gimnasia que recortó espacios hacia atrás. Que no ofrecía resquicios, a partir del retroceso de sus mediocampistas, invariablemente detrás de la línea de la pelota.

Así, con su plan austero y lógico, Gimnasia estuvo más cerca de ponerse en ventaja en la etapa inaugural. Nicolás Ibáñez -llegado desde Comunicaciones; una de las valiosas apariciones en el Bosque esta temporada- fue el protagonista más desequilibrante. En la más clara que construyó, Iván Pillud con una pirueta para seguir aplaudiendo toda la semana evitó el gol del equipo platense.

Nunca se sintió cómodo el equipo de Ricardo Zielinski en la primera mitad, en el barro. Se lo vio desprotegido en defensa y con dificultades en ataque.

Quedaba mucho por delante. Todo un tiempo, todo el tramo decisivo. Gimnasia fue vivo respecto de las particularidades del campo de juego. Había que aprovechar las situaciones de pelota parada. Y eso hizo la cooperativa de Alfaro. Tiro libre desde el costado derecho, centro de zurda de Lucas Licht, error de Agustín Orion en la reacción, rebote y gol de Imperiale. Uno a cero. Se jugaban apenas cuatro minutos del complemento.

A esa altura, ya sin lluvia, el terreno parecía un poco menos hostil para el deseo de Racing de ir tras los pasos de algún gol. Corresponde decirlo: desde que estuvo en desventaja, Racing generó situaciones de peligro como para justificar el empate o la victoria. Buscó, llegó, chocó contra un inmejorable Martín Arias. Insistió, coqueteó con el gol, pero el azar no lo abrazó en ningún momento. El anotador que cuenta las llegadas no mentía: disparo de Óscar Romero desde 30 metros, cabezazo de Nicolás Sánchez desde adentro del área chico, remate a quemarropa de Bou, tras un desborde de Rosales; otro cabezazo de Bou; un tiro de Lautaro Martínez... Muy cerca siempre.

Pero no hubo caso. Todas esas intenciones y esas llegadas derivaron en nada. En ese cero que lo dejó vacío a Racing. Méritos al margen. Del otro lado, con poco juego, con constancia para defender, Gimnasia construyó su victoria. Su clasificación. Y algo mucho más grande: el deseo posible de volver a ser campeón. Nada menos...


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