Argentina 1 - Uruguay 0 - Eliminatorias Mundial Rusia 2018
ARGENTINA QUEDÓ PRIMERA DESPUÉS DE JUGAR 45 MINUTOS CON UN HOMBRE MENOS
La era Bauza arrancó con una victoria sin brillo y sin apremios
Hubo compromiso, orden y paciencia. La expulsión de Dybala obligó a retroceder, pero Uruguay no inquietó.
La función la regaló Messi. La sobriedad, de la mano de Mascherano, la entregó el equipo. Con ese combo, Argentina dio un paso inmenso. De aquel cóctel explosivo tras la final perdida con Chile, con la renuncia de Leo y el posterior adiós de Martino, supo la Selección regresar con una sonrisa comandada por el capitán que al final no se fue.No resultó una exhibición, es cierto. Pero encierra un gran valor la victoria. Porque el rival era el bravo Uruguay, con Suárez, y jamás inquietó aunque jugó un tiempo con un hombre más. Y porque con este triunfo Argentina se subió a la punta de las Eliminatorias. Escenario ideal para el nuevo ciclo que nace con Bauza.
Messi emocionó con su compromiso, pidiéndola, buscándola, esforzándose para retroceder y cargándose la responsabilidad aún más en inferioridad numérica. Y la fortuna, como otras veces no lo ayudó, aquí lo premió con ese desvío fortuito de la victoria.
Del 4-3-3 de Martino a este 4-2-3-1 de Bauza, sin Banega y con Dybala, la diferencia mayor pasa por algunos matices del medio hacia arriba. Sin Ever y con el cordobés, hay una pieza menos pulcra en la construcción pero una más filosa en la antesala de la definición. Es interesante la intención de Bauza. Eso sí, con Dybala hasta que fue expulsado (discutible la primera amarilla) no alcanzó para que el equipo nutriera al debutante Pratto, quien se mostró generoso para bajar a pivotear, aunque nunca la Selección lo puso en posición de gol. Con más rodaje seguro se lubricará el circuito. Sin Banega, la pelota pasó mucho y bien por Mascherano (clarísimo para decidir), y en menor medida por Biglia.
Es lógico que haya cuestiones de funcionamiento a purificar. Fueron apenas dos prácticas. Faltó más juego externo. Con un Di María apagado, casi no hubo situaciones provocadas por afuera. La más peligrosa fue la que nació en un gran pase de Mascherano, la bajó Mas de cabeza y Messi sacó un remate que se desvió en Giménez. Después, hubo una tendencia a la centralización.
En un desarrollo con nítido control de Argentina pero escasas llegadas, la emoción se generaba con la electricidad de Messi o el picante Dybala, quien dibujó un zurdazo que dio en el palo, pegó en Muslera y salió. El ejemplo de lo que se generó en las áreas fue el gol: pateó Leo desde afuera, rozó en Giménez, desorientó al arquero y adentro. Azar también se necesita.
No hubo obsesión de Argentina por salir jugando ni por presionar arriba. Sobraron paciencia y orden. El oficio del equipo se ratificó en el segundo tiempo, con un hombre menos. Ahí Uruguay, aun con Suárez y Cavani, no asustó nunca. Para que eso sucediera, además, influyó la solidaridad de todos (Messi incluido) para cubrir espacios. Los cambios fueron lógicos: Alario, que entró por Pratto, no fue de “9”, donde quedó Messi: se ubicó como “8”. Buscó Bauza altura para la embestida final uruguaya. Y Argentina no se quebró ni se encerró. La tormenta pasó.