Boca 1 (4) - Nacional (Uruguay) 1 (3) - Copa Libertadores 2016
PERDÍA, EMPATÓ CERCA DEL FINAL Y FORZÓ LOS PENALES
Boca lo sacó adelante sin juego y con el alma
En un desarrollo parecido al duelo de ida, el equipo volvió a quedar en deuda. Un Tévez opaco no pudo ser el líder.
La Bombonera repleta late. Se conmueve. Se estremece. Los gritos desaforados, las prendas al viento, los puños apretados, las avalanchas en las dos cabeceras luego de que Agustín Orión detuviera el penal del juvenil uruguayo Felipe Carballo son postales del desahogo pintado de azul y oro. Porque fue una noche sufrida la que atravesó Boca para estacionarse en las semifinales de la Libertadores y para seguir con el sueño de lograr la séptima Copa de su historia. Caminó por la cornisa de la eliminación y este esforzado Nacional de Montevideo casi produce un milagro. Apenas le faltaron 18 minutos para dar un batacazo histórico. Pero este Boca acostumbrado a superar una adversidad tras otra se hizo fuerte otra vez. Y la ilusión de otra vuelta olímpica nadie se la puede sacar de la cabeza a sus hinchas.Parecía que todos los planetas estaban mal alineados para los xeneizes anoche. Primero, en un minuto, se perdieron el gol Pablo Pérez, Tévez e Insaurralde. Después, en una llegada que no presagiaba peligro, Daniel Díaz clavó en un ángulo de su propio arco el centro de Barcia. Chávez se devoró un gol sin marcas a la vista. Solos, sin intervención de los rivales, se le lesionaron dos jugadores, primero Meli y más tarde Chávez. El gol de Cristian Pavón resultó un bálsamo entre tanta sal pero la expulsión inmediata del extremo derecho volvió a convocar a las sombras. Sin pasar demasiados sobresaltos, es cierto, pero el fantasma de otro infortunio rondó hasta los instantes finales porque no parecía una noche a la medida de Boca.
Casi nada de fútbol se vio en esta revancha de los cuartos de final, pasó casi lo mismo que en Montevideo. Hubo excesivo respeto, bastante roce, más predisposición para defender que para atacar, mucha imprecisión, demasiado vértigo, pocos capaces de armar una jugada en conjunto. Y también fue pobre el aporte individual. Dentro de este contexto Nacional se sintió más cómodo. La ventaja que había logrado en una llegada aislada la supo aguantar con orden, con atención y aprovechando que a Boca le costó una enormidad la generación de juego. Ni con Pablo Pérez, ni con Carlitos Tévez encontró fluidez para preocupar a Conde. Tampoco los que debían ir por los costados hallaron el camino fácil. Pero un brillante pase de Leo Jara y la posterior resolución de Pavón mantuvieron con vida a Boca.
Se hablaba en lo previo de que los detalles podían definir esta serie. En este caso fueron las manos de Orión y la frialdad de Carrizo para no fallar en la instancia crucial de los penales. Solamente eso los diferenció. Ahora, a Guillermo Barros Schelotto y a su cuerpo técnico les queda la difícil misión de recuperar a tantos jugadores lastimados para que resurja el fútbol. Serán vitales los regresos de Nicolás Lodeiro y de Andrés Cubas. Y el Mellizo tendrá, seguramente, el aporte de refuerzos que traerán aire fresco.
La Libertadores, una vez más, es la obsesión que invade los latidos de cada corazón que late en esa Bombonera. De los de adentro y de los de cada rincón de la cancha. Festeja Boca estar entre los cuatro mejores. Sin sobrarle nada, sufriendo, porque sabe sobreponerse a cualquier tormenta.