Racing 0 - Guaraní (Paraguay) 0 - Copa Libertadores 2015

CON EL 0-0 PASÓ EL EQUIPO PARAGUAYO, QUE JUGARÁ CONTRA RIVER EN SEMIFINALES

Racing no tuvo gol y se despidió de la Copa

El sueño de llegar a la semifinal chocó contra el duro Guaraní y contra el 1-0 de la ida. Igual, el equipo se fue ovacionado. La expulsión de Saja fue decisiva.

Ofreció lo que tenía hasta el último de los suspiros. Buscó, quiso, intentó de todos los modos. Pero falló. Al final, Racing se quedó sin nada. Empató sin goles contra Guaraní y tendrá que ver por televisión las semifinales de la Libertadores. Al cabo, pagó muy cara su postura defensiva en el encuentro de ida, allá en Asunción. Con apenas un grito en 180 minutos, el equipo paraguayo se convirtió en el próximo rival de River en la máxima competición continental.

Lo sabían todos después de aquella victoria mínima pero relevante para el equipo paraguayo: Guaraní llegaría al Cilindro de Avellaneda a los efectos de defender aquel tanto convertido por Julián Benítez. Y así sucedió. La primera impresión fue inequívoca: el visitante llegó con la idea de involucrar a diez de sus jugadores detrás de la línea de la pelota, con ese 5-4-1 y con esa idea de que había que ganar cada rebote.

Fue Racing, con la lógica de la necesidad, tras los pasos de igualar la serie. Tuvo intensidad; le faltó claridad. Buscó primero con las subidas de Voboril por la izquierda y luego con las trepadas por la derecha de Pillud. Pero no fue profundo. Sus arribos más claros necesitaron de remates desde afuera o de maniobras individuales por el centro. Es cierto, fue más. Pero no resultó suficiente en ese comienzo.

Guaraní -como Nacional de Asunción en la pasada edición de la Libertadores- es un equipo impredecible. A primera vista, como en algunos tramos de esta Copa, parece un equipo vulnerable. Después, cuando se lo observa más en detalle, luce como un equipo más bravo. Sin mucho en términos de la belleza, sin brillos, sin magia. Pero con una certeza: todo es posible. Incluso acceder al tramo al que todos quieren llegar en el fútbol de Sudamérica: la final de la Libertadores.

Y así, con ese orden y con ese conocimiento de sí mismo, lo puso a Racing en la cornisa de la eliminación bastante pronto: al final del primer tiempo, en la última jugada, Marcelo Palau -que va a todas, que busca todas- gambeteó a Sebastián Saja y el arquero le cometió infracción. Hubo penal. Y hubo roja.
Parecía el final de la historia de la cuestión. Pero no. Pateó Benítez y el ingresado Nelson Ibáñez voló y mantuvo la vida de Racing en el partido y en la competición. Un estadio entero lo ovacionó como nunca antes en su carrera.

El segundo tiempo fue previsible por cada lugar por el que se lo mirara. Racing intentó con los recursos que tenía y con dos cuestiones obligadas: un jugador menos y todas las necesidades de ir tras los pasos de ese gol que permitiera acceder a los penales. Se jugó en campo visitante, Racing intentó por caminos diversos, pero sin claridad. Fue corajudo en el intento, pero resultó ocasionalmente torpe en las resoluciones.

Lo buscó con lo que tenía: con Diego Milito desde adentro del área; con Brian Fernández desde afuera; con un remate de Gustavo Bou; con centros largos; con corners... Pero no. Siempre se encontró con el mismo escollo. Un tal Alfredo Aguilar -26 años, sin grandes antecendentes más allá de su presente en Guaraní- atajó todo lo que le tiraron. De arriba, de abajo y de los costados. Sólo no pudo contra un rival: el entusiasmo de esa gente que despidió a Racing como lo que es. El vigente campeón del fútbol argentino.