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viernes, 20 de febrero de 2015

Danubio (Uruguay) 1 - San Lorenzo 2 - Copa Libertadores 2015

PERDÍA CON DANUBIO DESDE LOS 10 MINUTOS Y LO REMONTÓ CON MÁS EMPUJE QUE FÚTBOL
San Lorenzo lo dio vuelta sobre el final con el alma del campeón
En Montevideo, Matos y Cetto le dieron el triunfo por 2-1 al último ganador de la competencia continental.
El plan del hincha de San Lorenzo indicaba llegar temprano a esta bonita Montevideo, caminar por la Rambla y -por qué no- tirarse en la playa para luego darse un chapuzón en el río, refrescarse con la familia o los amigos en el parque Batlle y entrar al Centenario a disfrutar el debut del campeón de América en la Libertadores. No pasó nada de eso. La mañana fría y lluviosa se encargó de presagiar que sería una jornada difícil para el equipo argentino. Pero un campeón es un campeón. San Lorenzo jugó mal, nunca encontró el camino, por momentos la llegó a pasar bastante feo y aún así se trajo los 3 puntos en su primer encuentro del Grupo 2, que además comparte con dos monstruos brasileños como Corinthians y San Pablo.

La idea inicial de San Lorenzo consistió en ser más protagonista que partenaire, tal como se había planificado. Hubo destellos que invitaron a la ilusión, porque Sebastián Blanco y Héctor Villalba insinuaron velocidad, cambio de ritmo y electricidad de tres cuartos de cancha en adelante. Poco duró eso. Lo que tardaron Blanco en despejar defectuosamente, Villalba en perder una pelota con el equipo en franca salida, los centrales en ser testigos privilegiados de la maniobra de pivote de Matías Castro y Torrico en reaccionar ante el remate al primer palo.

Un gol a los diez minutos no tiene mucha justificación, pero Danubio se encargó de darle forma al resultado a medida que crecía en confianza. San Lorenzo era la contracara. Mientras de un lado aumentaron los tacos, los pases asociados y los desbordes, del otro se incrementaron las imprecisiones, las fallas en las coberturas y la escasez de volumen de juego.

No le hicieron falta muchos secretos al local. Cuatro defensores y cuatro volantes prolijamente alineados. Los mediocampistas marcaron una diferencia sustancial con sus rivales: se encontraron permanentemente, mostraron sorpresa las escapadas de Ignacio González, rotaron posiciones sus externos Leandro Sosa y Marcelo Tabárez y tuvo movilidad Bruno Fornaroli. Y sus delanteros fueron los primeros en defender. Fornaroli nunca le permitió a Mercier ser salida limpia, tarea que quedó en los pies de un extrañamente impreciso Ortigoza. En cambio, ni Tito, ni Blanco ni Pipi fueron el sostén del doble cinco visitante.

Villalba no pudo jamás sacarse un hombre de encima, Blanco y Romagnoli no lograron asociarse, Catalán no tuvo el ímpetu que suele mostrar Buffarini. Así, a los argentinos se les hizo cuesta arriba complicar a Franco Torgnascioli, que de todos modos mostró solvencia y presencia ante cada tibia aproximación sanlorencista.

“Estamos buscando la identidad”, había admitido Ortigoza antes de viajar a Uruguay. Allí también radicó una de las diferencias. Porque este Danubio no tiene demasiada experiencia copera, pero supo desde el principio a qué jugaba. No se sintió intimidado por un campeón de América que no sostuvo sus credenciales y provocó que, antes de la media hora, la gente calentara la garganta al ritmo de “movete, Boedo, movete”.

La segunda mitad invitaba a pensar en un San Lorenzo sacudido en su orgullo, con ansias de demostrar por qué llegó a jugar contra Real Madrid. Sin embargo, en los primeros diez minutos, como se diría en el barrio, se comió un pesto bárbaro. Fue como ese boxeador que queda contra las cuerdas, a merced del rival. Sólo se mantuvo en combate porque Danubio no pudo asestarle un golpe de nocaut.

Bauza metió a Cauteruccio, después a Barrientos; sin embargo, el que cambió la historia fue Mussis. “Contagia mucho con su energía. Pone tanto ímpetu que a veces se excede”, le reconocía el técnico hace algunos días a Clarín. El pelado fue uno de los que primero consiguió poner en aprietos a Torgnascioli y, a partir de su ingreso, San Lorenzo creció. Sin convencer jamás con su juego, vale aclararlo. Pero con el orgullo de un león herido que tuvo, primero en Matos (a quien el DT incluyó luego de darle la titularidad en las finales ante River a Cauteruccio) y luego en Cetto, los goles de una victoria tan esperada en lo previo como inmerecida y sorprendente por lo sucedido en este mítico Centenario. La primera victoria de visitante en la Copa con Bauza en el banco. Acá está el campeón.


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