River Plate Campeón Torneo Final 2014
LO PASÓ POR ARRIBA A QUILMES GOLEÁNDOLO 5 A 0 Y DIO LA VUELTA OLÍMPICA DESPUÉS DE SEIS AÑOS
River Plate
Fue una máquina y le hizo honor a su rica historia
Fue una máquina y le hizo honor a su rica historia
Vivió una fiesta de principio a fin con los gritos de Cavenaghi por duplicado, Mercado, Ledesma y Teo Gutiérrez.
La vida es otra cosa. Un partido de fútbol es simplemente eso: el encuentro entre dos fuerzas con una pelota en el medio. La vida es... ¿Qué es la vida? Para los hinchas de River, la vida es festejar plenamente, de principio a fin, después de 2.171 días de la noche más oscura de su rica historia. La vida de los hinchas de River hoy es completamente distinta a la de ayer. Se nota en las caras, en las sonrisas, en el ancho de sus pechos inflados de satisfacción.River volvió a ser el River de siempre. El que ayer cumplió el primer mandamiento de su prosapia: ganó, gustó, goleó, se floreó, disfrutó e hizo delirar a sus hinchas. El que refleja sus vitrinas: campeón después de 6 años, con Libertadores de yapa incluida. El que quedó registrado como un buen campeón, con 37 puntos, lejos de los 46 en el Apertura 96, pero también lejos de los 33 de San Lorenzo, el último en dar una vuelta olímpica. El que le ganó a todos los grandes. El que marchó con paso de campeón en el Monumental (sólo perdió con Godoy Cruz) y ganó dos partidos clave de visitante: el Superclásico a Boca y el que le sirvió para atrapar la punta en la curva final ante el descendido Argentinos.
Y también este River tuvo los méritos del director técnico más ganador de su historia, que festejó su octavo título (6 locales y 2 internacionales). En su tercer ciclo en el club, Ramón Díaz sostuvo al goleador Fernando Cavenaghi como líder dentro y fuera de la cancha (desplazando a Leo Ponzio); tomó la decisión justa en un momento clave: le respetó el puesto a Barovero después de que Chichizola se vistiera de héroe ante Racing; apuntaló a Ledesma y a Rojas en un mediocampo que fue el termómetro del equipo; le dio vuelo a los colombianos (Balanta es un acierto suyo, transformó a Carbonero en un futbolista de nivel europeo y disciplinó al díscolo Teo). Todos méritos de Ramón, más allá de que también mostró sus caprichos (Menseguez y el Malevo Ferreyra) y la gente se lo hizo notar...
River ayer fue la máquina de fútbol y goles que despedazó la valija llena de humo de Caruso Lombardi. Tuvo todo lo que tiene un campeón: solidez, lujo, goles. Cinco. Uno más lindo que el otro. Cavenaghi clavó el primero con un derechazo con“tres dedos”. Mercado metió bien la cabeza para que su llamado a la Selección no se manche con discusiones inútiles. El Lobo Ledesma metió un derechazo desde 35 metros para festejar -a sus 35 años- con un verdadero golazo el amor de todos sus compañeros, hasta Barovero, que se subieron encima suyo. Cavegol gritó por duplicado luego de la excelente pared entre Teo-Carbonero. Y Gutiérrez, el que faltaba, cerró la serie de gritos tras una contra perfecta y el gran pase de Lanzini.
Fueron cinco. Y pudieron ser dos o tres más si Silvio Trucco (de mal arbitraje) hubiese cobrado el penal de Joel Carli a Carbonero (lo dio afuera) o Vangioni ajustaba mejor el tiro que dio en el travesaño o Rojas o Menseguez hubieran tenido más puntería frente a Benítez.
River fue un tsunami y destruyó al pobre Quilmes en todos los sectores de la cancha. Con determinación, con juego, con manejo de la pelota a su antojo, con ganas de salir campeón desde el minuto cero. Y el plan fue perfecto. Hizo lo que quiso en la cancha y disfrutó con una fiesta en las tribunas. Porque la vida es eso. Disfrutar a pleno los pocos momentos de felicidad que dejan abierta la boca con una sonrisa de oreja a oreja. Esa que hoy tienen todos los hinchas de River.