Italia 1 - Argentina 2 - Copa Francisco 2013
ARGENTINA SUMÓ UN TRIUNFO QUE LE DA ALIENTO HACIA EL FUTURO
El día en que la Selección aprendió a jugar sin Messi
Con goles de Higuaín y de Banega, le ganó por 2-1 a Italia en Roma. Lo principal: con la ausencia de su estrella máxima, pasó la prueba de afrontar un desafío ante un rival grande.El final tuvo algo de épico. Los italianos atacando, tratando de tomar la colina; y los argentinos respondiendo a fondo, sin entregar la bandera que habían plantado. Y con el héroe nacional ausente, herido, lejos. Ese final de angustias en el área propia y de deseo en la del adversario puede engañar. Es sólo el final, cuando bajan los títulos y en los ojos quedan las últimas escenas. La película hay que verla entera. Recién ahí, entonces, vale el aplauso.
Esta Selección B dio el golpe en el Olímpico ante una Italia que también tiene ambiciones de ser candidata en el Mundial. El resultado, ganar, es bueno. Ganar y jugar bien sin Messi, ser superior a un rival de jerarquía en su propia casa, es buenísimo. Pocas veces el equipo nacional se lleva tanta renta después de 90 minutos, así fuera por los puntos o por un amistoso que lo fue sólo hasta que los jugadores se despidieron del Papa Francisco, el día anterior.
Se puede sospechar que el ensayo general salió mejor de lo que el propio Sabella esperaba si se repasa cómo plantó el equipo: 4-4-1-1. Las circunstancias del juego, con una Italia confundida posicionalmente, ineficaz en la marca y fallida en los pases, hicieron que Lamela jugara más suelto y Palacio más ofensivo que en los primeros minutos.
¿Que hubiese ocurrido si estaba Messi? Gran punto. Era el mismo sistema, con Leo por Palacio o Lamela. Nunca sabremos qué habría hecho Sabella. Lo que se vio es que Messi habría encajado en cualquiera de los dos dibujos. Por lo tanto, el primer hallazgo es que hay equipo aún sin Messi.
Siempre se tiende a mirar más lo de arriba que lo de abajo. Es lógico, si se tiene a Messi. Y a Agüero, otro ilustre que quedó afuera. Pero la tantas veces criticada fractura en dos mitades, entre defensores y atacantes, y la insistencia en el reclamo de elaboración de juego, esta vez deben ser dejadas de lado. Porque la Selección trató de salir jugando siempre y por abajo, aún con las carencias del manejo de los laterales Basanta y Campagnaro, aún con las dudas que expresan Fernández y Garay con la pelota en los pies; aún con la soledad que a veces tiene Mascherano para dar el primer pase hacia la aceleración.
No estuvo Messi, no estuvo Agüero y no estuvo Gago pero estuvo Biglia que no se conformó con ser secretario personal de Mascherano y asumió más responsabilidades en el manejo. Entonces, entre la imprecisión italiana y la insistencia en la presión lo más adelante posible, se consiguió la pelota. Y se la jugó en general bien. No es poco para un equipo que abusaba del recurso de tirársela a Messi.
El primer gol se veía venir porque Higuaín y Palacio insinuaron de entrada la gran noche que tendrían. De Rossi, volante natural, fue central. Y cuando quiso salir, pensó como volante y cruzó mal una pelota. Corte y pase a Higuaín que mezcló su potencia natural y su oficio de goleador.
El gol fue un quiebre. Ahí faltó algo de audacia. Italia estaba para ser goleada y Argentina levantó el pie, controló el resultado con la pelota. Lo hizo bien, pero pudo haber hecho un desastre... También al comienzo del segundo tiempo, cuando un contraataque feroz terminó con los delanteros en superioridad numérica y un pase de crack de Higuaín a Banega para segundo con un tiro cruzado. Y estaba bien. Era corto el 2-0, como en el descuento de Insigne que le dio vértigo e incertidumbre al final.
Sin Messi se pierde todo lo que Messi ofrece. Pero se puede jugar sin él y ser competitivo. La Selección se dio un baño de confianza, alimentó su autoestima y hasta abre la posibilidad de debatir si no sería conveniente seguir rodando al equipo sin el capitán. Para que cuando Messi juegue dé el salto de calidad. Menudo tema futbolero ofrece este 2-1 en el Olímpico.