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lunes, 4 de junio de 2012

Racing 0 (5) - 0 (4) River - Semifinales - Copa Argentina

Racing a la final. Su arquero fue clave en los 90 minutos y también al atajar un penal en la definición.
Las manos firmes de Saja
No hay mal que dure 20 años, Racing. No, no lo hay. Volverá a jugar una final después de la Supercopa de 1992, la que perdió con Cruzeiro. Lo peor en este semestre atestado de pobrezas parece haber pasado. Porque Sebastián Saja, ese arquero bombero, ese referente-ídolo anoche, con sus guantes de acero salvó las papas del fuego . El Chino fue el héroe de este Racing que, en la serie de penales, dejó sin Superclásico a River y golpeado anímicamente de cara al objetivo prioritario, el regreso a Primera. Saja hizo justicia por mano propia. Porque, al fin de cuentas, los titulares de Racing fueron más que los suplentes de River a lo largo del partido. Los mismos que irán por la gloria de este nuevo torneo ante Boca.

Saja fue clave antes de los penales y durante su ejecución. Porque a pesar de la leve superioridad que tuvo este finalista celeste y blanco, Martín Aguirre le había quemado las manos con un bombazo que el Chino descolgó de un ángulo. Fue la jugada más clara del partido. Y el arquero maravilla respondió. También lo hizo en el último tiro, el del chico Luis Vila. Tamaña responsabilidad para el pibe de River. Gigante como la tapada de Saja.

Lo que se observó antes de esa serie de emociones que generaron los penales fue demasiada falta de juego donde había tanto en juego. Vaya paradoja. Es que durante los noventa minutos, ni Racing ni River se animaron a dar un salto a la audacia: se rifaron pelotazos y se hizo un culto de la impericia.

Y era de prever un partido así. Porque River apenas si vino con un equipo alternativo, que extrañó y mucho a su tridente infernal (Domínguez, Cavenaghi y Trezeguet) y que tuvo varios altibajos en el fondo. Porque Racing, ese equipo que está anoréxico de fútbol y de puntos en el Clausura, apenas si se iluminó cuando Moreno se enchufó para asistir a Viola, que le puso los pelos de punta a Ramiro Funes Mori, improvisado en el lateral.

Entonces, en el primer tiempo, la propuesta de Racing, ese flexible 4-4-2, con Gio disfrazado como un (sacrificado) volante por derecha, quedó trunca. Apenas si avisó Racing con un par de tiros libres del colombiano. No mucho más. La única jugada para destacar fue recién a la media hora, cuando Castro trianguló con Santander, que sacó un remate zurdo cruzado, que amagó con besar el poste.

Ante esta pasividad rival, River quiso monopolizar la pelota, y Aguirre y Villalva aprovecharon para filtrarse a espaldas de Gio. Los padeció bastante Pillud, que se cayó tres veces en el inicio y hasta le hizo un penal con la cabeza al Keko que, increíblemente, Toia no cobró. Pero, claro, River estuvo errático, y Rogelio Funes Mori sólo pesó cuando Cahais y Martínez se inmolaron con errores infantiles. Sólo abundó la emoción en las tribunas. Racing y River empataban en todo. Compartían hasta la más extrema pobreza futbolística.

El segundo tiempo, sin embargo, no pareció un complemento del primero. Todo rigió bajo la ley del palo por palo. Hubo más llegadas. El mediocampo fue una zona de transición. Racing sólo tenía dos recuperadores (Pelletieri y Zuculini). Y River, salvo por Aguirre -la figura millonaria -, marcaba poco y nada: nadie hacía los relevos.

En ese contexto, llegaron unos y otros. Racing avisó con un remate alto de Castro, tras un pase de Viola. Y Saja se lució ante aquel zurdazo potente de Aguirre (Por algo lo quiere River, ¿no?). Y se ilusionó con un derechazo cruzado del tibio de Ocampos que se fue bastante cerca. Estaba pareja la cosa. Pero fue Zubeldía el que tiró toda la carne al asador : entraron Hauche y Fariña para sumarse a Viola y Hauche. Y así Racing, definitivamente, fue dos equipos: mucha pimienta arriba y bastantes sinsabores en el fondo. Pero esa actitud no se vio reflejada en el arco de Chichizola. En los penales, en cambio, la suerte jugó a favor de Racing. Porque fallaron el Keko y Vila. Porque acertó Saja.


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