Argentina 3 - Rusia 2

Una victoria que sirve para volver a creer que se puede

El 3 a 2 ante Rusia no ofreció un gran fútbol, pero era vital para encarar con un mejor ánimo el tramo final hacia la clasificación mundialista.

Todos los triunfos son necesarios, diría Perogrullo. Sin embargo, éste, en Moscú, tenía una importancia especial para la Selección. Que iba más allá del juego, inclusive. Había que retemplar el ánimo. De los protagonistas, especialmente. Para conseguir el contagio hacia la gente. Porque viene el partido con Brasil por las Eliminatorias, la clasificación todavía no está asegurada y el aficionado había planteado su desconfianza casi explícita. Es así: a veces importan más las consecuencias de una actuación que la actuación misma. Y esto fue lo que ocurrió en el estadio de Lokomotiv de Moscú. Porque no es común que Rusia pierda de local. Y menos desde la llegada del holandés Guus Hiddink a la dirección técnica (2006), quien consiguió darle más precisión y jerarquía al funcionamiento. Sólo se registraba una derrota con Brasil en 2006 y otra ante Francia en 1998 en los últimos años. Entonces era imprescindible llegar al choque del 5 de septiembre con la confianza reforzada. Si hasta se buscó mejorar los aspectos externos -de relativa influencia-- para apoyar la aventura. Por ejemplo, el cambio de cancha de River a Central. Pero faltaba esta prueba de fe.

Y no fue sencilla. Es cierto, jugaron mejor los rusos en el primer tiempo. Presionaron en todos los sectores para conseguir la posesión de la pelota. Y la jugaron con criterio cuando la tuvieron, a dos toques, con precisión y buena circulación. Ya a los 30 segundos avisaron cuando Kerzhakov, uno de los puntas, picó a las espaldas de Otamendi y Heinze y su remate salió apenas desviado. Ese aviso se transformó en realidad a los 17 minutos. Semshov, volante por derecha, picó velozmente por su sector y tras encarar la diagonal remató desde un ángulo sesgado y venció la resistencia de Andujar y el cierre de Burdisso con un remate al segundo palo. El panorama sa se presentaba gris, ciertamente. Ni Burdisso --salió lesionado por una pequeña contractura-- ni Otamendi transmitían seguridad y faltaba la idea de juego en el medio. Sin pausa ni control es fácil caer en el pelotazo. Y así jugaba Argentina. Hasta que Milito y Agüero armaron un par de contrataques y el Kun tuvo dos oportunidades netas para marcar. Una la desvió. Y la otra se la tapó el arquero Akinfee cuando Milito esperaba por el medio. Sin embargo, esas fueron las pistas que dio Agüero de su voluntad de recuperación en relación a sus últimas actuaciones. Y lo confirmó con ese hermoso remate desde afuera (el defensor Ignashevich la había dejado corta en su rechazo) que pegó en un palo y siguió viaje a la red. Se jugaba el último minuto del primer tiempo.

Antes de cumplirse el primero del segundo, Licha López -recién ingresado por Milito-- definió con clase tras un pase de Papa (sustituto de Otamendi). Dos impactos psicológicos cambiaron el destino del partido. Maradona acertó con los cambios y se dio la suerte contraria a la llorada con la lesión de Messi. Pero la cosa no terminó ahí. A los 13 minutos entró Dátolo por Maximiliano Rodríguez. Y la primera pelota que tocó la mandó adentro del arco. Record para un debut en la Selección, sin duda. Fue el tiro de gracia. Lo que siguió fueron algunos cambios de protagonistas, la búsqueda de los locales ya sin la lucidez del comienzo y la espera del equipo argentino para intentar alguna contra. Un tiro libre del ingresado Pavyuchenco pegó en López, se desvió y estableció el 3 a 2. Pero ya no pasó nada importante más que algunas buenas apiladas de Dátolo. Y la seguridad recuperada de Mascherano.

Sirve el triunfo, entonces, para entonar. Y para analizar algunos rendimientos individuales. No se puede elogiar el funcionamiento porque el juego no tuvo eje conductor y porque -además-- se dieron muchos cambios. Pero será difícil conseguirlo por la falta de un organizador. La entrada de Verón quizá sirva para ordenar. Además, se sabe, Messi es el as de espada. Con ellos, más esta entonación, más el empuje de la gente, más los desafíos individuales de los protagonistas, más la presencia motivadora de Diego, tal vez se consiga la gran reivindicación. Aunque el rival se llame Brasil